Por Julio César Cortez Jaimes
En Guerrero, cientos de egresados salen año con año de las aulas con un título en la mano… y con el desempleo pisándoles los talones, y es que el paso de la universidad al mercado laboral sigue siendo una travesía incierta. ¿Qué tan preparados están los jóvenes? ¿Qué les ofrece el entorno? ¿Cuál es el papel de las instituciones de educación superior (IES)? Estas son algunas de las preguntas que he planteado —y documentado— en mis investigaciones sobre inserción laboral, tratando de despertar el interés de inversionistas, empresarios, gobierno y sociedad para que ofrescan un panorama de oportunidades a los jovenes egresados.
El problema no es solo el conocimiento, sino la experiencia. De acuerdo con el Observatorio Laboral de la STPS, un recién egresado sin prácticas profesionales o antecedentes laborales puede tardar más de 12 meses en conseguir su primer empleo formal.
En efecto, los datos no mienten: quienes egresan con experiencia previa en el campo laboral tienen hasta un 95 % más de probabilidades de colocarse rápidamente, según hallazgos que publiqué en mi blog académico: Implicaciones y factores determinantes en la inserción laboral.
El problema es estructural: las universidades forman, pero muchas veces no vinculan. El mercado demanda competencias blandas, habilidades técnicas específicas y experiencia en entornos reales de trabajo. ¿Qué hacen las instituciones ante esto? ¿Simulan? ¿Reaccionan? ¿O están en pausa?
Desde la Facultad de Contaduría y Administración de la UAGro, se han promovido acciones que relacione la universidad con el campo laboral. La intención es clara: adecuarnos y adaptarnos a la efectividad del modelo educativo de formación por competencias no solo dentro del aula, sino allá afuera, donde se gana la vida.
En uno de mis estudios, titulado Limitaciones y perspectivas de la inserción laboral de los egresados de la Licenciatura en Administración de Empresas (2017), documenté una contradicción alarmante: muchos egresados están calificados, pero no hay suficiente demanda laboral en la región. El resultado: subempleo, migración o frustración.
Que dilema más complicado para el egresado entre optar por la vocación o el salario, dado que encuestas aplicadas en el estado de Guerrero, demuestran que los egresados de contaduría y administración reciben sueldos iniciales que oscilan entre $3 000 y $13 000 pesos mensuales. Una cifra que, lejos de motivar, preocupa y lo peor, esto contrasta con los altos costos que implica estudiar una carrera: transporte, materiales, hospedaje, tiempo invertido. Para muchos jóvenes, el sueño universitario termina siendo una deuda emocional y económica.
Urge un cambio de paradigma. Los modelos educativos deben evolucionar. Es impostergable integrar desde los primeros semestres: Prácticas profesionales reales, Proyectos con empresas locales, Mentorías con empresarios y egresados exitosos, entre otras medidas urgentes.
Además, es nesario fortalecer las oficinas de vinculación, los convenios con el sector productivo y la cultura de evaluación constante.
Desde mi experiencia docente, he comprobado que cuando una universidad se involucra activamente en el destino laboral de sus egresados, los resultados cambian. Un observatorio laboral, por ejemplo, permite hacer diagnósticos reales, retroalimentar planes de estudio y tomar decisiones informadas. Es tiempo de pasar de las ceremonias de titulación al seguimiento profesional. El egresado no debería quedar al margen una vez que recoge su acta.
La inserción laboral no debe verse como un destino incierto, sino como un proceso que puede —y debe— planearse. México, y Guerrero en particular, necesita fortalecer su tejido económico, pero también sus estrategias educativas.
Nuestros jóvenes no son una estadística, son el capital humano del presente.
En conclusión, estas investigaciones no son abstractas. Tienen rostro, historia y nombre. Cada estudiante que espera una oportunidad laboral lleva detrás, años de esfuerzo familiar, sacrificios personales y expectativas sociales.
El futuro no se improvisa. Se diseña. Y la universidad tiene la responsabilidad de formar profesionistas, no solo académicamente capaces, sino socialmente insertados.
Artículos relacionados del autor:
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Nota: Este artículo forma parte de una serie de reflexiones sobre el vínculo entre universidad, jóvenes y mercado laboral. Todos los derechos reservados. Para compartir o reproducir, cita adecuadamente.
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